Es muy común premiar a nuestro perro, pues esa es una manera de que él sepa que está haciendo bien las cosas, lo que a nosotros nos servirá a la hora de reforzar comportamientos positivos.
Aquí debemos tener cuidado, porque a veces no premiamos bien al animal, e incluso contribuimos a que aparezcan conductas no deseadas sin darnos cuenta.
El premio hay que dárselo de inmediato
El premio funciona por asociación, así que en cuanto haga lo que queremos se lo damos. Así, si lo estamos enseñando a tumbarse, en el momento en el que su barriga toque el suelo, lo premiamos.
No esperamos un tiempo después ni lo hacemos antes, pues el animal no sabrá qué es lo que queremos, solo que le damos un premio por intentar tumbarse o por levantarse, lo que hará que enseñarle a tumbarse sea muy complicado.
Hay que evitar reforzar conductas que no nos interesan
Imaginemos de nuevo el escenario anterior. Vemos orgullosos cómo nuestro perro se tumba a la orden y cuando le vamos a dar el refuerzo comienza a ladrar nervioso, o se levanta y da saltos hacia nosotros.
Si en ese momento le damos su recompensa, lo único que vamos a conseguir es que crea que ladrar o saltar encima está bien, por lo que a partir de ese momento lo hará esperando su obsequio, sin entender qué es lo que está mal si nos enfadamos.
Así, es fundamental premiarlo solo si está completamente calmado, que aquí sería cuando se tumba sin hacer nada más, manteniéndose tranquilo. En ese momento es en el que le damos su golosina favorita, un juguete o lo acariciamos.
Esto sirve siempre que le estemos enseñando algo o incluso en la vida diaria, cuando no hay que decirle palabras bonitas, darle una caricia o rascarlo si está en un estado de excitación que nunca nos conviene.
¿Qué hacemos si no se calma?
En el caso de que no se calme, nunca hay que recurrir al castigo físico, y mucho menos a darle gritos como si el perro consiguiera entendernos.
Lo mejor es ignorarlo. No le haremos caso, no lo tocaremos, y mucho menos lo premiaremos, hasta que no se calme y se esté quieto. De esta manera le haremos entender que lo que queremos de él es que permanezca tranquilo, pues solo en esa situación puede interactuar con nosotros.
Se pueden usar varias clases de premios
Ya sabemos cuándo hay que dar premios y ahora tenemos que conocer cuáles usar, siendo los principales la comida.
Por ejemplo, no hay perro que se resista a un trozo de salchicha cortada, a un gránulo de gato o a un poco de salchichón, aunque también podemos comprar premios especiales para ellos, que procuraremos que sean sanos.
Venden golosinas saludables, hechas de carne o pescado y solo con productos naturales, aunque no es necesario que siempre lo premiemos con comida.
También podemos emplear alguno de sus juguetes favoritos, del tipo de una pelota o uno de esos en forma de animal que pita, y dárselo en el mismo momento en el que lo queremos felicitar por algo que ha hecho bien.
Lo mejor es ir variando las recompensas con la idea de que no se canse enseguida. Por eso, además de las anteriores, también podemos acariciarlo mientras le decimos palabras que denoten que estamos contentos con él.
Hay que ir bajando la cantidad de premios conforme el animal aprende
No se nos debe olvidar que los premios hay que darlos con la idea de reforzar buenas conductas, algo que se suele hacer cuando el animal es cachorro y lo estamos educando.
Por eso, conforme crece y va aprendiendo, hay que disminuir la cantidad de recompensas, pues no vamos a estar siempre con un snack en la mano cuando haga algo bien varias veces al día.
En el momento en el que el comportamiento que le pedimos sea normal en él, ya podemos dejar de premiarlo tanto y hacerlo solo de vez en cuando, con una caricia, un rato de juegos o también con un poco de comida.
Esto le servirá al perro de recordatorio de que cuando se porta bien recibe su premio, por lo que estará más predispuesto a hacer lo que le pedimos.
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